OLE y los trampantojos

Encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo.”

Si Platón hubiera vivido en el s. XXI nos hubiera hablado del trampantojo de la caverna, en lugar del mito, dado que la realidad social que vivimos se nos presenta en su totalidad como un gran trampantojo por medio del cual un enorme colectivo de ciudadanos, encadenados de cuello y piernas casi desde su nacimiento por un engranaje mediático-político que sobrepasa a cualquier pretendido cambio de poder o devenir ideológico, generalmente conocido como “stablishment” pero que el filósofo griego calificó como “farsantes prestigiosos”, proyecta sobre el fondo de nuestras conciencias imágenes que son reflejo ensombrecido de lo que éstos pretenden que confundamos con una realidad que dista mucho de ser la que nos ofrecen.

La existencia de aquellos dos mundos, el sensible – de las apariencias – y el verdadero – de las ideas – es perceptible a cualquiera que se proponga cultivar un tanto de perspicacia y dar un repaso al panorama socio-político en que nos estamos desenrollando, que no desarrollando.

A poco que estemos dispuestos a pararnos a pensar sobre esta realidad, que no verdad, social en la que nos desenvolvemos, podremos comprobar que el trampantojo de la caverna de Platón está hoy más alejado que nunca de tratarse de un mito.

Si queremos seguir refrescando la continuidad del relato de “La República” veremos que alguien que proviene del mundo de las verdaderas ideas, trata de conseguir la liberación de aquellos que permanecen en el interior del de las sombras y el adoctrinamiento.

En España este intento está siendo llevado a cabo en los últimos años por un nutrido grupo de ilustrados que parece haber quedado postergado al más ruin de los ostracismos, aquellos que tras la denominación de “Campaña OLE, Otra Ley Electoral” vienen afanosa e incansablemente laborando por conseguir que esa inmensa mayoría de ciudadanos que creen vivir una realidad, dejen de ver sus sombras.

A algunos de los que permanecíamos en el interior del mundo de las sensaciones y de las sombras nos deslumbró la luz que este conjunto de personas, de ciudadanos, nos mostró en sus innumerables intentos de hacernos llegar al mundo de las ideas. Platón no se equivocó cuando afirmó que esta labor, esa escapada al exterior de la caverna que simboliza la transición hacia el mundo real, el acceso a un nivel superior de conocimiento era labor de los sabios, de los ilustrados, de los “aristos”. En esta realidad nuestra hemos podido disponer de la iluminación y magisterio de Lorenzo Abadía.

Pero este intento, se nos advierte por el griego, viene acompañado por un camino complicado. Conseguir llegar a este mundo real (verdad) es difícil ya que representa el paso de lo sensible a lo inteligible. Lo sucedido en los últimos tiempos en España no hace más que adverar lo atinado del análisis de Platón. Pero ¿qué tiene de malo saber la verdad que a tan pocos interesa conocer? Nada en absoluto, salvo que le puede llevar a uno a darse cuenta de que vive engañado y ponerle en la tesitura de decidir si quiere seguir estándolo o no. Es triste, pero es así.

Es cierto. Está siendo un verdadero intento platónico en el más puro sentido alegórico del término, está siendo el viaje a Ítaca de Kavafis, o el de Fernán-Gómez, aninguna parte.

Platón ya advirtió que el regreso al mundo de las sombras de los que habían sido deslumbrados por la luz, con la ayuda de los hombres sabios, el retorno a la caverna de los que han visto el sol y alcanzado la verdad, no echarán de menos su vida anterior ni los honores disfrutados, pero si pasan de la luz a la oscuridad tardarán en acostumbrarse a la penumbra y los que todavía permanecen en las sombras creerán que salir a la luz conlleva que se estropeen los ojos por cuanto no merece la pena la ascensión.

El alumbrado que ha salido de las tinieblas debe ayudar a sus compatriotas. Las tinieblas representan una existencia en la que sólo se concede valor a lo sensible. En el ámbito social y político las tinieblas representan la manipulación de la opinión pública, que se basa en la persuasión mediante lo aparente y no mediante lo real, que es más difícil de comprender.

Pues bien, ¿Hasta qué punto toda esta metáfora ha cobrado carta de naturaleza en la campaña OLE? Pues hasta el punto de que en un desmesurado afán de ayudar a los menguados a ver la luz e intentar hacerlos salir de su trampantojo, se inicia el cervantino mito de la lucha contra los “molinos de viento” y, a sabiendas de que en realidad se trata de molinos, no se duda en arremeter, lanza en ristre, a todo el galope de Rocinante contra el primer molino que estaba delante, y después a otro, y luego a más sin considerar tan siquiera el riesgo de que de repente “dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo.”

Y es que en esta ocasión son en realidad gigantes y no molinos de viento.

Justo Coll Villanueva.

PRIMERA FERMATA

PRIMERA FERMATA(1)

El tiempo, ese desconocido secular en el que involuntariamente inmersos desarrollamos toda nuestra vida sin acabar de percatarnos de ello es, a veces, un quebrado camino por el que nos zaleamos desde nuestro origen, a veces, una sinfonía en la que flotamos suspendidos en onírica ensoñación.

Empero tanto si andamos el pedregoso camino, como si sobrevolamos la dulce melodía, es imprescindible el calderón, la fermata o la corona; en suma, la parada, el descanso, la tregua. Todo el mundo debería tener la oportunidad de hacerlo, de retener el curso de la vida sin pararse, de interrumpir el compás sin quebrar la armonía. Eso han sido para mí los viajes que he tenido la dicha de poder realizar en mi vida, no importa dónde, no importa cuándo, pero viajar es necesario para todo aquel que desee convertir su trayecto vital en algo que tenga sentido.

Hoy, nochebuena de dos mil veintitrés, comienza el relato de mi primera parada, mi primer calderón en el que trascendí las fronteras de mi país, porque es ésto y no otra cosa el acto de viajar, salir de nuestro entorno social y cultural, salir del territorio. Si la escapada es por el interior, el viaje no pasa de excursión.

PARÍS 1963

Paso del Ecuador de los alumnos de la Facultad de Derecho de Valencia año en que, según la normativa de la época, alcanzaría mi mayoría de edad: veintiuno.
Lo primero era la propuesta a mis padres que accedieron sin vacilaciones, lo segundo organizar mi cabeza y mi trayecto. Gestioné el pasaporte porque España estaba a la sazón muy lejos de integrarse en la Comunidad Europea y Paco Noguera, un primo hermano de mi madre, me recomendó el uso de Traveler’s checks, unos bonos de viaje especialmente diseñados en dólares USA, que eran reconocidos en casi todo el mundo. Fuimos al Banco donde él trabajaba y me subió hasta el despacho del director para presentarme como cliente. Escena: yo era estudiante de Derecho, sin economía propia, dependiente total de mis padres, ambos trabajadores de la incipiente clase media de la década prodigiosa y cuando el director me preguntó la cantidad, en pesetas, que iba a adquirir su cara mostró la fiel imagen de su pensamiento. No recuerdo la cantidad pero ciertamente no requería la intervención de tan “alto cargo”.

La organización del viaje ofrecía la posibilidad de llegar los últimos días hasta Londres y solo unos pocos contratamos aquella opción. La salida, en autocar, fue triunfal, desde la calle de Játiva frente al Instituto Luis Vives todos cargados con más ilusión que equipaje. No recuerdo haber hecho noche por el camino, pero supongo que debimos hacerlo porque las carreteras no eran precisamente autopistas. Sí recuerdo una parada técnica en Lyón para comer, una especie de bar de carretera en que tan solo nos pudieron servir enormes bandejas de espagueti con queso rayado como plato único. Nos atiborramos.

Llegada a París, ya anochecido, la Torre Eiffel espléndidamente iluminada, mientras todo el autocar comenzó a cantar al unisono el pasodoble “Valencia” del Maestro Padilla.

Recorrí los Campos Elíseos, fotografié el Arco de Triunfo, visité Los Inválidos, con la tumba de Napoleón, el Gran Teatro de la Ópera, en el que me estrené como espectador de “Rigoleto” y donde me aficioné al género, Montmartre, Sacré Coeur, Moulin Rouge, con mi primer espectáculo de chicas en topless, y el Moulin de La Galette. Todo un baño de cultura.

Por el Sena, crucé a L’ile de la Cité, y oí misa en Nôtre Dame. Un sacristán se me acercó y me ofreció subir al altar para ayudar al sacerdote en el oficio. Me vi inexplicablemente sorprendido, un español en la Francia protestante, ayudando a una misa católica en la Catedral más importante de París. Rechacé, no sin un incontenible rubor, la propuesta.

LONDRES

Mientras algunos compañeros permanecieron en París, donde los recogeríamos a la vuelta, los privilegiados que contratamos la excursión opcional fuimos trasladados hasta la costa del Mar del Norte, Calais, donde embarcamos en un Ferri para cruzar el Canal de la Mancha hasta Dover. Recuerdo que el trayecto fue nocturno, llegando a la costa británica con las primeras luces del alba. Allí tuvimos que buscar la Estación Ferroviaria y acceder a un tren, un tanto cutre desde la perspectiva actual, que nos llevó hasta Londres. Casi no habíamos dormido en el Ferri y todos caímos de bruces sobre una especie de mesa que había entre los asientos del vagón. Habíamos depositado el equipaje de mano sobre los estantes que habían en la parte superior sobre nuestras cabezas y en algún punto, de algún lugar, de algún sitio una de aquellas maletas cayó sobre la cabeza del pasajero, aparentemente inglés, que viajaba en el mismo departamento que ocupábamos nosotros. El ruido y su grito hizo que todos levantáramos la cabeza, saliéramos momentáneamente del sopor y sin mediar palabra nos miramos unos a otros sin terminar de entender lo que acababa de pasar. Seguimos durmiendo hasta llegar a Londres.


Hotel de bonita fachada en Lexham Gardens, donde coincidimos con un grupo de chicas italianas, estudiantes como nosotros, con las que fue fácil entablar conversación y pronto nos preguntaron por el régimen político de Franco. Parece que, desde el exterior, esa era la máxima curiosidad que despertaba España.

Cada habitación era compartida por dos de nosotros, y yo lo hice con mi ilustre compañero Jesús Barrachina Luna, de la saga de los célebres Establecimientos Barrachina, de la Plaza del Caudillo (hoy del Ayuntamiento), presidente perpetuo de la Comisión Fallera de la calle Convento Jerusalén, popular empresario restaurador valenciano, ligado al Valencia Club de Fútbol y que hace algunos años nos dejó.

Picadilly Circus, Madame Tussaud, el Támesis, el Parlamento y el Big Ben, y creo que el mejor episodio fue ver una ceremonia de cambio de guardia en Buckingham Palace. Todo un espectáculo.

En uno de aquellos paseos por las calles londinenses, el grupo de amigos tuvo la genialidad de proponer entre ellos esconderse en algún portal o establecimiento, de tal manera que quedé aislado, sin saber inglés, y quizá con la desafortunada broma de ver si era capaz de desenvolverme solo. En un bolsillo de mi chaqueta llevaba una tarjeta del Hotel cuyo nombre recuerdo especialmente por este episodio. Paré un taxi, intenté pronunciar la dirección, varias veces, Lexham Gardens, Lexham Gardens… pero tras varios intentos infructuosos decidí enseñarle la tarjeta. Llegué al hotel y estuve esperando poder gozar de sus caras al verme sentado en la entrada y ver que había llegado sin problemas y antes que ellos. No dije absolutamente nada y me comporté como si nada hubiera pasado, lo que les dejó todavía más atónitos.

El retorno hasta Valencia carece de episodios destacables.

Un saludo, amigo lector.

FIN de la PRIMERA FERMATA

1.- FERMATA, también conocida como corona o calderón, en notación musical es un signo que indica un punto de reposo, suspendiendo momentáneamente el compás y alargando la duración de las figuras musicales a las que afecta.

APUNTES DE INTEGRIDAD

Tras casi un millón de años como especie, según la antropología del S. XXI, la entropía (1) del humano tomada como medida del desorden de sus especímenes, ha ido creciendo paulatinamente de época en época, cabría decir de generación en generación y en progresión geométrica entre los S. XX y XXI.

Y no creo aventurado decir que el aumento de esta entropía ha tenido lugar en proporción directa al proceso de civilización del individuo, a su civilización como conjunto humano del planeta, dejando a salvo los conceptos de civilización o de cultura referidos a entornos más reducidos y próximos temporal y territorialmente, y ello porque para comprender la idea que pretendo exponer se hace necesario subir un peldaño, o dos, en el escalón de la atalaya que contempla la humanidad como conjunto homogéneo en su sustancia pero heterogéneo en su composición.

Mi aseveración relativa a la entropía, al desorden de sus especímenes, puede parecer absurda o cuando menos incómoda, puesto que por un lado la Ciencia, el conocimiento ordenado de las ideas, y por otro el Derecho, como ordenamiento jurídico de los actos del hombre, no han sino introducido orden en los dos adjetivos que lo cualifican, pensamiento y gregarismo, capacidad de pensar y de socialización. Eso es cierto, nadie podría negarlo salvo que lo hiciera gratuitamente, pero es que entre las adjetivaciones del ser humano no solo está el conocimiento y la socialización, hay otras muchas que desde luego no voy ni pretendo agotar, pero si voy a resaltar una en especial, la ÉTICA, las formas del comportamiento, de las relaciones entre humanos, más hallá de su nacionalidad, lenguaje, etnia, religión o ideología.

Y digo más allá de todas estos condicionantes que acompañan al individuo, que condicionan y modelan su personalidad, su educación y su carácter, incluso en algún caso extremo su pensamiento, su forma de pensar, su ideología, digo más allá, repito, porque el humano antes que a una nación, país, cultura o civilización pertenece a una especie única, cuyo origen hoy por hoy se afirma troncal y colectivo y esa ética nos debe alcanzar a todos nosotros sin distinción.

Yo me pregunto muy a menudo qué es aquello que, desde una perspectiva ética, nos caracteriza a todo el género humano. Cabría tomar como punto de partida múltiples atributos, pero yo me voy a centrar en uno, la integridad, esta adjetivación de la persona que está más allá de la moral, de las diferentes morales que en el tiempo y en los territorios han tratado de minarla. Debemos hacer todo lo posible por defenderla y conservarla, es consustancial al hombre como ente racional e intelectivo (2). Por un lado las distintas ideologías, al igual que las religiones, que en la historia de la humanidad han sido, recordemos al “Animal divino” del profesor Gustavo Bueno (3) han creado peculiares morales cercenando en parte la ética que cabría deducir de un también discutido y discutible “derecho natural” para establecer diferencias en los comportamientos en razón del grupo tribal en el que se adscriba cada persona. Así el islamismo, el judaísmo, el cristianismo con sus distintos componentes, el hinduismo, el brahmanismo y en lo ideológico el socialismo, el comunismo, el liberalismo y el conservadurismo y otros muchos “ismos” han introducido sus distintas morales para crear vínculos de unión entre sus fieles y fronteras divisorias contra sus ajenos, cada uno en su cátedra contra el resto de estamentos. Es indudable que en éste ámbito la entropía, el desorden, la diversificación han prosperado frente al Derecho y a la Ciencia.

Por ello profeso que si hay algo que tiene conectado al género desde los tiempos e imbricado en cada persona desde su nacimiento es la integridad, considerada como la condición ética por la que cada uno debe mantener el perfecto equilibrio entre sus actos y su conciencia, una conciencia que ha de partir de una clara y diáfana distinción entre el bien y el mal por encima y al margen de cualquier normativa positiva y debe estar acorde con un posible y deseable derecho natural. Se impone pues precisar los términos en que yo concibo la integridad. La definición del DRAE como la cualidad de una persona: recta, proba, intachable nos puede servir como un punto de partida, pero es necesario desarrollarla, establecer cuales son las condiciones para considerar a la persona como recta o proba y para ello el mejor camino es partir de cuales son sus convicciones o cómo llega hasta ellas. Cada uno de nosotros tiene sus convicciones, aunque algunos no sean conscientes de tenerlas ni identificar cuales son, pero todos las tenemos en mayor o menor grado. Convicciones son, a nuestros efectos, aquel conjunto de ideas, creencias o conocimientos que cada persona asume, admite o reconoce como válidas, como verdaderas (aunque no lo sean). El error, que es consustancial al humano, no condiciona su integridad pero lo verdaderamente fundamental es cómo ha llegado esa persona a asumir o compartir esas convicciones.

Cuando escribo estas líneas, plenos años veinte del siglo XXI de nuestra era, la proliferación de las redes sociales y la facilidad de acceso de cada uno a sus contenidos propone, quizá como yo estoy haciendo en estos momentos, que la difusión de noticias, de ideas, de opiniones, que no son lo mismo, de origen desconocido proliferen de forma indiscriminada cautivando el sentimiento, que no siempre el raciocinio de los que a ellas acceden. Los canales de televisión, la prensa impresa o digital y los demás medios de comunicación puede, apreciado lector, dejarlos incluidos en el amplio concepto de redes sociales. Por ello para mantener impoluta nuestra integridad es muy sano utilizar el viejo método de la duda, ponga Vd. una duda en su lectura y navegue con ella hacia la verdad.

Noticias – Ideas – Opiniones

1º.- La convicción debe ser el resultado de la evolución desde la duda.

Cuando utilizamos lo que entendemos por criterio propio, buscando información, comparando fuentes y contrastando noticias, llegamos a construir nuestra creencia aunque hayamos caído en el error, el error es humano y en él se han basado grandes descubrimientos científicos. Nuestras convicciones deben nacer por tanto de nuestras dudas como consecuencia de haber puesto en tela de juicio la información recibida y con ello estamos construyendo muros intelectuales para mantener intacta nuestra integridad.

2º.- Nuestras responsabilidades deben construirse desde nuestras convicciones.

Cada vez que hacemos nuestra una convicción, y por ella debemos entender cualquier idea, creencia o información que consideremos veraz, útil y benevolente, hemos establecido una regla más de nuestra ética, y como el conjunto de convicciones con que cuenta cada persona es diverso, amplio y personalizado por él mismo, su ética le implica obtener de cada una de esas reglas una responsabilidad consecuencia de su aceptación como auténtica. Es otra salvaguarda de nuestra integridad.

3º.- Desde nuestra responsabilidad hacia nuestras obligaciones.

Es consecuente, en la medida que tomo conciencia de mi responsabilidad debo tener presente cuales son mis obligaciones, aquellas que se derivan precisamente de esa responsabilidad, observarla ejerciendo acciones acordes con ella y omitiendo las que sean contrarias a su enunciado. Es un principio de coherencia que conforma nuestra integridad.

4º.- Mis derechos son los hijos de mis obligaciones.

Es la cara y la cruz, el haz y el envés, el yin y el yang (4). No es lícito pretender reivindicar nuestro derecho, si no aceptamos cuales son nuestras obligaciones, su reconocimiento y aceptación legitima y sacraliza la defensa de nuestros derechos y este nexo, esta relación o vínculo entre dos contrarios inseparables está siendo objeto de muchas vulneraciones dentro de lo que he descrito al principio como entropía del humano, desorden ligado al florecimiento de la civilización, de la cultura y crecimiento demográfico de este planeta llamado Tierra.

La integridad puesta en peligro.

1Medida del desorden de un sistema

2 Que tiene virtud de entender. Facultad de entender.

3 https://www.filosofia.org/rev/bas/bas21912.htm

4Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo.